Evolución no es necesariamente progreso

Querido Diario:

Hoy estaba re-leyendo un libro de estos que últimamente están llegando a mi vida para cuestionármelo todo. Y leí una frase que decía “Evolución no siempre significa progreso” y entonces sentí un profundo impulso de sentarme a escribir alguna reflexión al respecto. Porque resonó conmigo y con toda la transformación personal que estoy atravesando, donde a veces siento que me estoy rebelando a todo un sistema con el que crecí a lo largo de mis años.

Entonces inmediatamente, al leer esa frase se me vino a la cabeza la imágen de un pastillero lleno de pastillas que mis abuelos y mi mamá toman diariamente. También se me vinieron a la cabeza las estanterías de los supermercados. La lista infinita de vacunas no aprobadas. Y el momento en el que teníamos que tomar la decisión de vacunarnos para el COVID y no queríamos, las miradas. Finalmente nos pusimos solo una, porque quizás íbamos a viajar. Por suerte fue una sola.

Las publicidades y el marketing para “modificar nuestros cuerpos” y “vernos mejor que nunca” “o para evitar que se note el paso de los años”. También pensé en esas mujeres que se prestaron a cirugías estéticas o tratamientos estéticos y murieron, porque confiaban en el supuesto “médico”. Pensé en mí misma a los 15 años queriéndome operar las tetas, y todas las inseguridades que habían detrás de esa adolescente y resulta que mis dos hijos tomaron teta hasta los 3 años.

Pensé en la cantidad de veces que sufrí de dolores de cabeza, al punto de llorar en la cama, y nadie me decía que me estaba pasando, es migraña, toma esta pastilla. Una pastilla fuerte que durante muchos años tomé solo cuando la necesitaba. Por suerte, esos dolores hoy desaparecieron y evito tomar cualquier tipo de medicamentos.

Recuerdo cuando a mis 13 años mi mamá me llevó a la ginecóloga, porque no aguantaba los dolores de “ovarios” y me recetaron pastillas anticonceptivas, siempre tuve algo contra las pastillas, un desprecio particular. No las quería tomar, no sabía bien porque, pero algo no resonaba conmigo.

También recuerdo que cuando “te dolían los ovarios” te decían “tomate un ibu” y nadie me dijo que los ovarios no duelen y que simplemente estaba sintiendo a mi útero.

Recuerdo a mi mamá en su menopausia sintiéndose pésimo y un médico dandole anticonceptivos, que la hicieron sentir aún peor.

Recuerdo el día que me enteré que él tan famoso protector solar dermaglós que utiliza la mayoría de la población y sobre todo en niños, contiene un ingrediente que puede ser un disruptor endócrino.

Recuerdo no ser muy fan de la televisión de chica y andar mucho en bicicleta por la calle. Recuerdo que antes de la tecnología, había una vida diferente que no dejaba de ser una gran vida.

Mi bisabuelo se murió con casi 100 años y siempre recuerdo a mi papá diciendo, jamás fue a un odontólogo.

Y no, no estoy en contra de la tecnología, al contrario, la disfruto y la aprovecho muchísimo. Pero esta reflexión no viene de demonizar los avances tecnológicos, ni médicos, ni del mundo en general, que agradezco que muchos de ellos existan.

Sino, de ser conscientes de las decisiones que tomamos y también darnos espacio para cuestionarnos. Entender que nuestro cuerpo es una máquina perfecta, que si falla es porque hay alguna razón que lo está haciendo fallar. Y que la información nos da la posibilidad de elegir.

Evolución significa cambio. Y el mundo hoy está cambiando demasiado rápido. Pero esos cambios pueden ser para mejor o para peor.

Y algunos de estos cambios, nada tienen que ver con cuidar nuestra salud, al contrario la estamos destrozando.

Creamos trabajamos donde nos quedamos quietos por horas y no movemos el cuerpo, no salimos a ver la luz del sol, respiramos mal y consideramos que tener alergias o la nariz tapada y respirar por la boca es una normalidad. Nos alimentamos con productos que no nos nutren y que nos roban la poca energía que nos queda.

Normalizamos el estrés, el corazón latiendo a mil por hora, la parte del abdomen hecha un nudo, la garganta con una pelota de nervios. Normalizamos la irritación, las reacciones constantes. Normalizamos los enojos o ataques de ira, que ni siquiera sabes bien de dónde llegan. Porque no pudiste escuchar tus emociones en el momento oportuno y entonces acumulaste hasta que llegaste a explotar. Sin importar el momento ni quién tenías adelante.

Normalizamos dolores crónicos, nos amigamos, y seguimos la vida con esos dolores ahí. Normalizamos la inflamación después de comer.

Pero después sentimos nuestros cuerpos cansados, sin energía, sin ganas de nada, vamos al médico y nos llevamos pastillas que nos ayuden a equilibrar, lo que esta desequilibrado.

Desde chica siempre sufrí de mucho dolor de cuello, espalda y contracturas, era una constante en mi día a día. En el 2022 estos dolores eran tan fuertes, que fue el punto de quiebre que me hizo frenar y empezar a replantearme mi vida.

Cuando comencé con yoga, a meditar y respirar esos dolores desaparecieron casi por completo. Pero aún sentia en un lugar muy puntual, una molestia específica. Creía que algo estaba mal, o que tenía algo roto. Entonces decidí hacer una consulta con un kinesiólogo osteópata en Buenos Aires. Fui a la consulta, trabajo de una manera muy hermosa con mi cuerpo. Y cuando terminamos me dijo “tenés que trabajar la parte emocional”. Que me dijera eso hablaba de porque lo había elegido. Hoy ese dolor se fue por completo.

El ruido exterior, la mayoría de las veces no nos permite escucharnos, pero cada uno de nosotros dentro sabemos qué es lo que necesitamos. Y una de las actitudes que más nos demuestra que no somos capaz de escucharnos es cuando decimos que “si” cuando en realidad queríamos decir que “no”, y cuando decimos “no” cuando en realidad queríamos decir que “si”.

Mirar hacia dentro, hacer silencio, escucharnos, permitirnos sentir todo lo que nos este atravesando, es incómodo y por momentos puede doler. Y claro que no es la elección más fácil, pero es el mayor regalo que nos podemos hacer si queremos vivir nuestra vida desde la responsabilidad y no desde la reacción.

Dejá de buscar afuera, las respuestas que necesitas encontrar adentro.

“En vez de optar por la madurez emocional requerida para darnos la atención que buscamos, preferimos representar un drama exterior para sonsacar esta atención de los demás”.

Con amor,

Mica